sábado, 30 de marzo de 2019

VISITA CULTURAL A RONDA Y SETENIL


Acompañados por guías especializados un grupo de alumnos visitamos Ronda (Málaga) y Setenil de las Bodegas (Cádiz), dos ciudades muy interesantes, dentro del programa cultural de la Asociación del AUM.


RONDA
Enclavada en el centro de la Serranía de su nombre, con una población 35.000 habitantes, está rodeada de exuberantes valles fluviales y asentada sobre un profundo barranco labrado por el río Guadalevín. Ronda es una ciudad que por su historia, arquitectura y belleza merece la pena visitar. Es una de las ciudades más visitadas de España y la tercera de Andalucía.


Un poco de historia: Fue Julio César quien nombró a Ronda ciudad por primera vez, en el siglo I a.C. Quedan sus ruinas (Acinipo) llamada Ronda la Vieja. Los árabes cambiaron el nombre de la ciudad a “Izna-Rand-Onda” quedando finalmente, Ronda. 



Empezamos nuestra visita por el Puente Nuevo, sobre el Tajo que cruza el Guadalevín. terminado en 1793 y se tardó 42 años en construirse. A su lado está el Parador desde el que se puede contemplar unas vistas increíbles.
Admiramos la plaza de toros de la Real Maestranza que es uno de las más antiguas y pintorescas de España. Fue construida en 1785 por el arquitecto José Martín de Aldehuela, el mismo arquitecto que construyó el Puente Nuevo.

Quienes visitaban Ronda en época musulmana entraban a la ciudad a través del Puente Árabe, para llegar al centro de la ciudad pasando por el ahora decrépito Puente de la Cijara. La puerta de la ciudad más grande y más protegida fue el Almocabar. Las Murallas del Carmen se han reformado recientemente. Allí se dan cita numerosos eventos culturales y tiene la Iglesia del Espíritu Santo, justo al lado,


Dimos un pequeño paseo por la Plaza Duquesa de Parcent, la más pintoresca de Ronda, llena de monumentos. Allí está la iglesia de Santa María la Mayor que es el monumento más destacado. Una iglesia que tardó más de 200 años en construirse y es una mezcla de estilos gótico y renacentista.
Otro lugar pintoresco que visitamos fue los Jardines de Cuenca que se encuentra en la cornisa del Tajo y se distribuye a través de una serie de terrazas. Las vistas son fantásticas.
También disfrutamos de unas espectaculares vistas desde el Mirador de la Aldehuela y del llamado popularmente “balcón del coño”, por la sorpresa producida en los que se asoman a él.



SETENIL DE LAS BODEGAS





Visitamos Setenil de las Bodegas (Cádiz), pueblo famoso por la singularidad y belleza de su entramado urbano. Tanto es así que fue declarado Conjunto Histórico y es uno de los principales destinos turísticos, Los llamados pueblos blancos de la Sierra gaditana. Se trata de casas que están excavadas en una montaña: los tejados son las propias rocas. Las calles están adaptadas al curso del río Guadalporcún y sus habitantes han sabido aprovechar el tajo que el río forma en la roca para construir las casas. Este tipo de viviendas tiene el nombre de “abrigo bajo rocas”: las casas no están excavadas en la, sino que se cierran las paredes rocosas para después hacer las casas. Esto ha dado lugar a rincones tan bonitos como las calles de la Cuevas de la Sombra y de las Cuevas del Sol, que tienen la particularidad de que solo podemos ver la roca de la montaña, en lugar del cielo, cuando miramos hacia arriba. Admiramos desde fuera, su Castillo situado en la parte alta del casco urbano que data de los siglos XIV y XV, pero aún conserva la Torre del Homenaje y un aljibe. Pertenece al Patrimonio Histórico Español desde 1985. Visitamos la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, que en realidad está formada por dos iglesias: una de estilo mudéjar y la otra gótica, de los siglos XV y XVII. Al estar situada en la parte alta del casco urbano, es posible verla desde cualquier punto de Setenil.

Es de destacar el llamado Torreón que es el único ejemplo del antiguo alcázar que sigue en pie. Se construyó durante la ocupación árabe, aproximadamente durante los siglos XII y XIII, como defensa de la ciudad. Juan II de Castilla necesitó siete intentos para conquistarla y lo consiguió finalmente en 1484. Su nombre actual procede del latín Septem-Nihil que significa “siete veces nada”.
También pudimos ver el aljibe, una construcción subterránea y parcialmente excavada en la roca sobre la cual se asienta.


lunes, 25 de marzo de 2019

SENDERISMO - 23 DE MARZO DE 2019


REPORTAJE GRÁFICO DE ESTA JORNADA DE SENDERISMO.











sábado, 23 de marzo de 2019

CICLO DE CONFERENCIAS - 13 DE MARZO 2019


Literato convencido, filósofo ocasional, genio prematuro, víctima de una personalidad –que fue también su verdugo– tan oscura como esclarecedora, Cesare Pavese nace en Santo Stefano de Belbo en 1908. En 1950, con apenas cuarenta y dos años, decide quitarse la vida en la ciudad de Turín, una vida a la que desde muy joven consideró un “vicio absurdo”. 

En su libro "El oficio de vivir" Pavese realiza lo que él denomina un completo examen de conciencia, pues “cuando un hombre se encuentra en mi estado” no le queda otra opción que intentar desenterrar los motivos que le hacen hundirse de continuo. En esta tierra de traiciones y capítulos efímeros de felicidad nada se puede sentir sin que haya que pagarlo. Sólo una conclusión cabe, en este sentido: vivir trágicamente, bajo la espada de Damocles del deseo a la autodestrucción. 

Salón de Actos de la UCA. Conferencia de D. Antonio Serrano Cueto
Por eso Pavese considera el suicidio no un hacer, sino un padecer: “el suicidio es un modo de desaparecer, se comete tímidamente, silenciosamente”. El único aprendizaje real que cabe en el mundo es el proveniente de dirigir nuestra mirada hacia el abismo, observarlo, medirlo, sondarlo y, finalmente, descender a él.

La vida, de este modo, constituye a ojos de nuestro protagonista un eterno error que adornamos de maneras muy variadas: “Se descubre así que en la vida casi todo es pasatiempo”, “que lo real es una reclusión donde se vegeta y siempre se vegetará, y que todo lo demás, el pensamiento, la acción, es pasatiempo, tanto dentro como fuera”. El suicida asediado por estos pensamientos no siente culpa por la propia vida, sino por tener pensamientos suicidas y no cometerlos, pues “nada es más abyecto que el estado de desintegración moral que comporta la idea –la costumbre de la idea– del suicidio. Responsabilidad, conciencia, fuerza, todo flota a la deriva en ese mar muerto, y se hunde y sube a flote, para ludibrio de todos los estímulos”. Y es que “la gran, la tremenda verdad es ésta: sufrir no sirve para nada“.
“La única alegría del mundo –escribe Pavese– es comenzar. Es bello vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante. Cuando falta este sentimiento –prisión, enfermedad, costumbre, estupidez–, querríamos morirnos”
Pavese asegura que, si bien no puede dejar de temblar ante la idea de la muerte, un fin que vendrá irremediablemente, infalible y silencioso, tan natural como el caer de la lluvia, no quiere, sin embargo, resignarse a tal fatalidad: “¿por qué no se busca la muerte voluntaria, que sea una afirmación de libre elección, que exprese algo, en vez de dejarse morir?
El conferenciante con algunos miembros de la Junta Directiva